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ALBORES del mundo venidero
 

Una mirada al PRESENTE, al PASADO y al FUTURO.

 


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El rebaño del Señor, y que Él llamó la “manada pequeña”, se encuentra en desbandada, desorientado, confundido. ¿Por qué razón? ¿Qué está sucediendo entre los hijos de Dios en la actualidad? Tal vez la palabra profética nos pueda alumbrar el camino en esta hora tan crítica y obscura que experimentamos.¿Cómo podríamos analizar, a la luz de la profecía bíblica, la encrucijada en que nos encontramos, y confiadamente poder decir: "Yo sé que mi Redentor vive"? En su palabra  profética el Eterno Creador nos exhorta: “Así dice Jehová,  el Santo de Israel,  y su Formador:  Preguntadme de las cosas por venir;  mandadme acerca de mis hijos,  y acerca de la obra de mis manos.” Si le preguntamos a nuestro Señor, analicemos lo que probablemente Él nos contestaría:



TABLA DE CONTENIDO


 

I. Introducción

II. Llamados

III. Elegidos

 

IV. Fieles

V. Conclusión

 

 


 

I. Introducción

“Y los diez cuernos que has visto, son diez reyes, que aún no han recibido reino; pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia. Estos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y su autoridad a la bestia. Pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son LLAMADOS Y ELEGIDOS Y FIELES” (Apocalipsis 17:12-14).

Este pasaje de las Escrituras podría darnos una idea clara, constructiva, sensata y correcta de lo que está sucediendo actualmente en la vida de tantos hijos de Dios... quienes ya no se encuentran cómodos y seguros en sus pequeños grupitos – o en sus grandes grupos, como generalmente es del caso – dentro de la iglesia, sino que se encuentran desunidos, desconectados, y en gran manera, desorientados. Quizá no tengan con quién reunirse, o en el mejor de los casos quizá confraternizan con un pequeño grupo de feligreses que se reúne en la casa de alguien. Personas que han visto destrozados muchos de sus ideales, además encuentran que muchas cosas en las cuales confiaban, que daban por sentadas como algo inamovible en su vida, han dejado de ser. Los hombres en quienes confiaban los han decepcionado. Los ministerios en los cuales creyeron se han desmoronado. Los grupos que formaban lo que para ellos era la única Iglesia de Dios sobre la faz de la tierra no sólo han dejado de ser viables para ellos, sino que los han expulsado de su comunión. O bien ellos se han salido por una razón u otra.

Muchas de estas personas – muchos de ustedes, y yo también me incluyo – éramos parte de una situación estable, que parecía espiritualmente sólida durante 10, 15, 20, 30 años o más. Y todo eso aparentemente se lo han arrebatado a tantos hijos de Dios hoy. Muchas personas están sumidas en confusión. Simplemente así están las cosas. La incertidumbre es la realidad imperante.

¿Podremos encontrarle algún sentido bíblico, legítimo, a lo que nos está pasando hoy? ¿A lo que estamos  viviendo?

Muchos en el pueblo de Dios sienten inquietud, e incluso dudan sobre el sentido de su experiencia hasta la fecha en su vida cristiana, porque aquello en lo cual confiaban ha desaparecido en gran medida.

Mi sugerencia y consejo para todos es: NO NOS APRESUREMOS A JUZGAR.

Lamentablemente muchos lo están haciendo. Están apresurándose a juzgar. Están mirando la situación e inmediatamente pretenden describirla en sus propias palabras, plantearla de una manera que les permita entenderla y manejarla; y hacen caso omiso de muchas cosas que en realidad son importantes. Y en todo sentido, terminan con un concepto distorsionado de lo que está sucediendo.

Es mi deseo expresarles aquí algunos pensamientos que espero sean positivos, consoladores y edificantes, relativos a lo que hemos vivido: dónde nos situamos ahora y hacia dónde vamos, y qué está haciendo Dios. ¿Está la mano de Dios en todo esto? Y si así es, entonces, ¿qué está Dios haciendo? ¿Cuál es su objetivo? ¿Hacia dónde nos lleva? ¿A dónde vamos desde aquí y por qué tomamos este camino?

Yo creo que efectivamente, hay una manera muy viable de ver nuestra experiencia, que corresponde perfectamente con lo expuesto en la Biblia. La Biblia dice que los que están con Cristo son ¡LLAMADOS, ELEGIDOS Y FIELES! Estos son tres pasos, o etapas si se quiere, en el desarrollo y madurez de un cristiano, y de su crecimiento en Cristo. Veamos:

 

II. Llamados...

 

Mateo 22:14: “Porque muchos...”, dice la Biblia, y son palabras de Cristo, al final de la parábola de la fiesta de boda...dice: “Porque muchos son llamados, pero pocos escogidos.”

Casi todos hemos leído ese versículo y en algún momento nos hemos sentido intrigados. ¿Qué significa que son “pocos los escogidos”? Voy a comentar aquí sobre este tema, quizá desde una perspectiva ligeramente distinta. Tal vez no diametralmente opuesta a todo lo que han oído; de ninguna manera, pero sí en una perspectiva ligeramente distinta.

¿Será posible que el plan y el propósito de Dios para nosotros incluya algo más que nuestro llamamiento? Todos reconocemos que hemos sido llamados. Hablamos de nuestro llamamiento, conforme leemos en 2 Timoteo 1:8-9: “...Dios...quien nos salvó y nos llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo...”

Pero, ¿será posible que hay algo más que el solo llamamiento? ¿Habrá un segundo paso o una segunda etapa en el proceso, una segunda etapa que viene después del llamamiento, y culmina cuando Dios escoge? Todos reconocemos que hemos sido llamados. No creo que haya nadie que esté leyendo esto y que no se sienta llamado por Dios. Pero, ¿significa esto automáticamente que también nos ha elegido? ¿Significa también automáticamente que somos fieles? No estemos muy seguros de ello. El llamamiento  de Dios ciertamente es la primera etapa. De eso no hay duda. Pero, ¿hay una etapa de elección que vendría quizá más adelante?

¿Será que Dios se vale luego de algún método o proceso para elegir? Muy posiblemente. Y este proceso de  elegir, o este aspecto del proceso que es la elección, ¿será precisamente lo que estamos viviendo hoy muchos de nosotros?  La elección por parte de Dios – esa es mi premisa, y la esencia de este artículo.

Sobre este tema Lucas nos presenta un aspecto interesante: “Pasaba Jesús por ciudades y aldeas, enseñando, y encaminándose a Jerusalén, y alguien le dijo: Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo; Esforzaos a entrar por la puerta angosta, porque os digo que muchos procurarán entrar y no podrán. Después que el padre de familia se haya levantado y cerrado la puerta, y estando fuera empecéis a llamar a la puerta, diciendo: Señor, Señor, ábrenos, él, respondiendo os dirá: No sé de dónde sois. Entonces comenzaréis a decir: Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste. Pero os dirá: Os digo que no sé de dónde sois; apartaos de mí todos vosotros, hacedores de maldad. Allí será el llanto y el crujir de dientes” (Lucas 13:22-28).

En seguida, veamos un pasaje paralelo en Mateo 7:13-14 – el lenguaje es similar pero con ligeras diferencias. “Entrad por la puerta estrecha...” En el primer caso, en Lucas 13, habla de la puerta. Ahora habla no sólo de la puerta sino también del camino. “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.”

Estas palabras de nuestro Salvador son una advertencia, y ciertamente son palabras con sentido de urgencia. Y no puedo menos de preguntarme, cuando la gente le dice a Cristo: “Delante de ti hemos comido y bebido, y en nuestras plazas enseñaste”, ¿cuán cerca de Cristo estaban? ¿O cuán cerca creían estar? Parece que creían estar bastante cerca. Ahora, esto siempre lo hemos aplicado al mundo, dando por sentado que todos los bautizados en nuestra organización automáticamente eran llamados y elegidos. Era una suposición que muchos, si no todos, hemos tenido. Pero, ¿de verdad que es una suposición acertada? Sin duda, hay otras muchas suposiciones que no son acertadas, porque se basan en ciertas premisas falsas. Quizá lo mismo suceda con esta.

No solamente hay tres estados o etapas que se mencionan en Apocalipsis 17:14, a saber: “llamados, elegidos y fieles”, en ese orden, sino que también hay tres tipos de bautismo que se mencionan en Mateo 3:11; está hablando Juan el Bautista, y dice: “Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; Él (refiriéndose a Jesucristo el Salvador) os bautizará en Espíritu Santo y fuego.”

 Aquí se mencionan tres bautismos: agua, Espíritu Santo y fuego. Podríamos escribir en una hoja de papel los tres aspectos mencionados en Apocalipsis 17:14: “llamados, elegidos y fieles”, uno dos tres; y al lado escribir estos tres bautismos, uno para cada uno: agua, Espíritu Santo y fuego, en ese orden, ya que ese es el orden en que figuran en las Escrituras; y el orden de estos bautismos es exactamente el correcto en lo que concierne al cristiano. Juan no dijo esto por accidente, ni tampoco Dios lo inspiró por accidente.

El bautismo de agua viene primero. El bautismo del Espíritu viene segundo, el bautismo de fuego viene después. Aunque puede haber ciertos aspectos de estos que coinciden en la vida de un cristiano, hay cierto orden, así como hay un orden en el proceso de crecimiento y maduración espiritual en Cristo. Y ese proceso se puede describir de muchas maneras, pero ciertamente una manera es “llamados, elegidos y fieles”, en ese orden.

El “llamado” cumple varios objetivos o propósitos básicos. Primero, el llamamiento de Dios nos capta la atención. Dios no puede hacer nada sustancial por medio de nosotros, es decir, realmente conforme a su voluntad y propósito divino, si no le estamos prestando atención. Las personas que no han sido llamadas, sencillamente Dios no les ha captado la atención, por así decirlo. Están dirigiendo la atención a otras cosas. Se levantan por la mañana pensando en otras cosas. Pasan el día con la mente en otras cosas. No importa qué, pueden ser cosas buenas, pueden ser cosas malas... lo que sea; da igual. Dios no les ha captado la atención. Ese es quizás el primer objetivo del llamamiento de Dios: llamarnos la atención.

Segundo, nos pone cara a cara con la realidad de Dios. Y simultáneamente, nos hace afrontar la realidad del "YO". Estas son confrontaciones importantes, que necesariamente tienen que producirse en un principio para que pueda formarse algún tipo de relación entre nosotros y un Dios invisible. De eso no hay duda. Y luego eso conduce al siguiente objetivo básico del llamamiento de Dios, que es tomar la decisión de salir, tomar la decisión de responder a lo que Dios está haciendo en nuestra vida.

Ahora bien, el llamamiento tiene tres etapas o facetas. Abraham fue llamado. En Génesis,  capítulo 12, leemos sobre el llamamiento de Abraham. Es, sin duda, uno de los llamamientos más famosos de la historia, ciertamente de la Biblia. Y la Biblia es el libro que trata de los llamamientos de Dios a los hombres, así que podemos decir que el llamamiento de Abraham es uno de los más famosos de toda la historia. Leemos en Génesis 12:1: “Pero el Eterno había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré.”

Dios llamó a Abraham a salir. Dios llama a los suyos a SALIR – así  en mayúsculas. Porque ese es el llamamiento de Dios, a SALIR.  En el caso de Abraham, Jehová Dios le dijo que dejara su tierra, su parentela y la casa de su padre, en ese orden. En esencia, ¿qué le está diciendo Dios a Abraham? ¿Cómo podemos relacionar esto con el llamamiento nuestro, o con algún aspecto del llamamiento de Dios? Veamos:

Abraham fue llamado a salir de lo conocido, o sea, su patria; de lo cómodo, o sea, su parentela; y de lo que le brindaba seguridad: la casa de su padre. Dios lo llamó a salir y a irse de lo conocido, y lo cómodo, y lo seguro que había en su vida; y a pasar a un lugar que él no conocía. No sabía adónde iba (Hebreos 11:8). Levantó tiendas y comenzó a moverse en la dirección de Dios. Era un viaje, y muchas veces hemos descrito la vida cristiana como un viaje, y lo es. Como un proceso, y lo es. Como algo que tiene etapas o pasos, y los tiene. Pero en lo que respecta a la vida práctica cotidiana, solemos perder de vista el hecho de que hay etapas en nuestro crecimiento espiritual: pasos, fases o facetas, que Dios, que está al mando de todo, sabe lo que está ocurriendo; y que las cosas que nos suceden no son aisladas de lo que El está haciendo, sino que son parte del proceso.

La primera faceta, o sea el llamamiento, es el llamado a salir de lo conocido y lo cómodo y lo seguro, tal como vemos en el llamamiento de Abraham. Claro está, hay muchos otros aspectos, incluso en la propia vida de Abraham, pero estoy citando esto a manera de ejemplo.

En cuanto a la segunda faceta o etapa, vemos un ejemplo en el llamamiento de Israel. Leemos en Oseas 11:1: “Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.” Esto también es una profecía sobre Cristo, que siendo niño fue llevado a Egipto por sus padres José y María, advertidos en una visión o un sueño que tuvo José y que provenía de Dios. Esto es citado por Mateo en el relato que él hace de la historia de Cristo, y habla de cómo Cristo fue a Egipto siendo muy niño, y luego salió: “De Egipto llamé a mi hijo.” Pero es claro, por el contexto de Oseas 11:1, que también se está refiriendo a Israel (ver Éxodo 4:22).

“Cuando Israel era muchacho, yo lo amé, y de Egipto llamé a mi hijo.” Israel fue llamada a salir. El llamamiento que recibió de Dios era a salir. ¿Salir de qué? “De Egipto llamé a mi hijo”. ¿Qué es Egipto? Sabemos por todos nuestros estudios que Egipto representa el pecado, es símbolo del mundo de pecado. Eso no es muy difícil de captar o entender. Y esta es la segunda etapa del llamamiento que vemos en las Sagradas Escrituras.

Una tercera etapa, desapercibida para muchos, es la que aparece en la advertencia urgente de Apocalipsis 18:4, donde dice: “Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas.” Este es otro aspecto del llamamiento que Dios nos hace. No es un llamamiento a dejar solamente lo conocido, lo cómodo y lo seguro, ni sólo a salir de Egipto. Incluye también a salir de Babilonia. En el contexto en Apocalipsis 18, se habla precisamente de eso. El pueblo de Dios es llamado a salir no solamente de lo conocido, lo cómodo y lo seguro, y no solamente del pecado, sino que también es llamado a salir de Babilonia, de aquel sistema o sistemas falsos y engañosos de Satanás el diablo que han invadido la vida del hombre desde el principio de los tiempos. Desde el huerto del Edén, allí ha estado Babilonia. Yo estoy bastante convencido que el mundo antediluviano era esencialmente babilónico, que Babilonia (el sistema engañoso) no necesariamente comenzó a existir en la civilización después del Diluvio sino que ha estado aquí desde que el hombre vive en el planeta. Es el sistema de Satanás. Invade la política y el gobierno, invade la educación, invade las políticas económicas, invade las religiones de todo tipo. Atraviesa todas las fronteras de la vida y la experiencia humana. Babilonia es confusión, engaño, encarcelamiento, esclavitud. De eso no hay duda. Y Dios llama a los suyos a salir de semejante encerrona.

Solamente he descrito tres aspectos del llamamiento aquí. Hay otros que también podríamos mencionar. Pero el salir de lo conocido, lo cómodo y lo seguro, el salir del pecado, de Egipto y también de Babilonia, ciertamente abarca tres etapas o aspectos del llamamiento de Dios. Esto es lo primero que se hace en nuestra vida. Quizá no simultáneamente. Estas tres etapas del llamamiento quizá no sucedan todas a la vez en la vida de un cristiano, pero el llamamiento completo de Dios sin duda las incluye todas. Es decir, que el llamamiento de Dios abarca estos tres aspectos. Este proceso o programa paso a paso conduce a la siguiente etapa, que para los fines nuestros es la ELECCIÓN. No sólo el llamamiento sino la elección, que implica el proceso de aventamiento o tamizado (cernir) ...algo muy parecido a la selección del ejército de Gedeón.

 

III. Elegidos...

 

Analicemos suscintamente el relato bíblico de Gedeón – capítulo 7 de Jueces comenzando con el versículo 1: “Levantándose, pues, de mañana, Jerobaal, el cual es Gedeón, y todo el pueblo que estaba con él, acamparon junto a la fuente de Harod; y tenía el campamento de los madianitas  al  norte,  más allá del collado de More, en el valle. Y el Eterno dijo a Gedeón: El pueblo que está contigo es mucho para que yo entregue a los madianitas en su mano, no sea que se alabe Israel contra mí, diciendo: Mi mano me ha salvado. Ahora, pues, haz pregonar en oídos del pueblo...” Aquí comenzamos a ver cierto proceso que se empieza a desarrollar en el ejército de Gedeón. Este relato es tan conocido que casi está relegado al nivel de historia bíblica para niños. Pero es muy importante, y se aplica muy bien a la vida cristiana, y sin duda se aplica muy bien a lo que ustedes y yo hemos vivido y estamos viviendo en la actualidad, y quizá sigamos viviendo por algún tiempo más en nuestra vida cristiana.

Entonces Dios le dice a Gedeón: “Ahora, pues, haz pregonar en oídos del pueblo, diciendo...” Se comienza, pues, a aplicar cierta prueba. “Quien tema y se estremezca, madrugue y devuélvase desde el monte de Galaad.” ¿Cuál fue el resultado? El resultado de la primera prueba fue que 22.000 hombres en el ejército de Israel se fueron, y sólo quedaron 10.000. En la primera prueba se fueron más de las dos terceras partes. Esto es ciertamente extraordinario. Y el motivo en este caso fue el temor, el miedo.

Versículos 4 al 7: “Y el Eterno dijo a Gedeón: Aún es mucho el pueblo; llévalos a las aguas...” Y quiero que tomen nota de lo que sigue: “llévalos a las aguas y allí los probaré.” (En inglés dice “los cerniré.”)” ¡Qué interesante expresión: “los cerniré!” Los que queden luego de este proceso de elección, Dios los va a pasar como por un cedazo. “...y del que yo te diga: Vaya éste contigo, irá contigo; mas de cualquiera que yo te diga: Este no vaya contigo, el tal no irá. Entonces llevó el pueblo a las aguas; y el Eterno dijo a Gedeón...” – ahora se aplica otra prueba –  “...Cualquiera que lamiere las aguas con su lengua como lame el perro, a aquél pondrás aparte; asimismo a cualquiera que se doblare sobre sus rodillas para beber, y fue el número de los que lamieron llevando el agua con su mano a la boca, trescientos hombres; y todo el resto del pueblo se dobló sobre sus rodillas para beber las aguas.”

“Entonces el Eterno dijo a Gedeón: Con estos trescientos hombres que lamieron el agua os salvaré y entregaré a los madianitas en tus manos; y váyase toda la demás gente cada uno a su lugar. Y habiendo tomado provisiones para el pueblo, y sus trompetas, envió a todos los israelitas cada uno a su tienda, y retuvo a aquellos trescientos hombres...”

Ahora continuando en el versículo 15: “Cuando Gedeón ...vuelto al campamento de Israel...”  – me estoy saltando una parte; ustedes pueden leerla en sus Biblias. Es muy interesante lo que hay en esos versículos que saltamos, pero sigamos adelante –    “...vuelto al campamento de Israel, dijo: Levantaos, porque el Eterno ha entregado el campamento de Madián en vuestras manos. Y repartiendo los trescientos hombres en tres escuadrones, dio a todos ellos trompetas en sus manos, y cántaros vacíos con teas [antorchas] ardiendo dentro de los cántaros. Y les dijo: Miradme a mí y haced como hago yo; he aquí que cuando yo llegue al extremo del campamento, haréis vosotros como hago yo. Yo tocaré la trompeta, y todos los que estarán conmigo; y vosotros tocaréis entonces las trompetas alrededor de todo el campamento,  y diréis: ¡Por Jehová y por Gedeón!

“Llegaron, pues, Gedeón y los cien hombres que llevaba consigo, al extremo del campamento, al principio de la guardia de la medianoche, cuando acababan de renovar los centinelas; y tocaron las trompetas y...  – (esto es muy significativo) –  ...quebraron los cántaros que llevaban en sus manos. Y los tres escuadrones tocaron las trompetas, y quebrando los cántaros tomaron en la mano izquierda las teas, y en la derecha las trompetas con que tocaban, y gritaron: ¡Por la espada del Eterno y de Gedeón! Y se estuvieron firmes cada uno en su puesto en derredor del campamento; entonces todo el ejército [madianita] echó a correr dando gritos y huyendo.”

Es mucho lo que podemos  deducir de la historia de Gedeón y los 300 hombres que fueron elegidos mediante un proceso de prueba y de tamizado. Tantas lecciones para aprender aquí. Tantas aplicaciones, que no tenemos  espacio para hacer mención de todas. Pero es importante comentar sobre el significado de romper los cántaros que tenían las antorchas adentro. Porque podemos comparar esto con nuestras vidas. La Biblia nos describe a nosotros como vasos o cántaros de barro que tienen adentro el Tesoro que es Cristo. La Biblia describe a Cristo como la luz de los hombres. ¿Cómo logra salir esa luz? No cómo entra, ese es otro tema, sino cómo sale. Yo diría que hay una sola manera como puede salir la luz de unos simples vasos de barro, y es la misma manera como salió la luz con los 300 hombres de Gedeón: era preciso quebrar los vasos. Cuando se hizo, las antorchas brillaron con llama, y quedaron a la vista. Los madianitas fueron presa del espanto, y huyeron; y el Eterno hizo volver la espada de cada uno contra su hermano. Se cumplió el propósito de Dios: ¡entregó al enemigo en las manos de ellos!

Aquí hay una tremenda analogía espiritual que se aplica perfectamente a nuestra vida. Nosotros somos vasos de barro (Isaías 64:8; 2 Corintios 4:6-11), ¡y debemos permitir que Dios nos quebrante!Es tal vez la parte más difícil de todo el proceso al cual Dios nos está sometiendo: quebrar el vaso; quebrar el espíritu, el orgullo, el “YO”. Y es la parte del proceso que más tratamos de evitar en la vida porque nadie quiere ser quebrantado. Algunos suponen que lo han sido, otros no se detienen a pensar mucho en eso, pero Dios sí. Y ese vaso que somos nosotros tiene que quebrarse para que pueda brillar la luz de Cristo.

También es interesante que tenían trompetas en la mano. En la Biblia una trompeta tiene varios significados importantes, pero uno de ellos – y yo diría el predominante – es que el toque de la trompeta (y sin duda es así dentro de este contexto) tiene la connotación de guerra, de advertencia, de urgencia, de batalla, de prueba, tribulación, tiempos difíciles, cualquiera que sea el caso, EL ENEMIGO... Hay muchas maneras de mirar esto. Y claro, en el contexto esa fue precisamente la situación en que se encontraban Gedeón y sus 300 hombres. Estaban literalmente marchando al “valle de la sombra de muerte”: 300 hombres contra un ejército que se describe “como langostas en multitud...innumerable como la arena que está a la ribera del mar en multitud...” (Jueces 7:12) – eran las huestes madianitas, reunidas en el valle de Jezreel, EL  ENEMIGO.

Bueno, no quiero ahondar mucho en esto para no desviarme del tema, pero la elección del ejército de Gedeón nos enseña muchas lecciones. Dios lo eligió antes de una gran batalla, y en preparación para esa batalla contra un enemigo a todas luces muy superior. Dios fue el que escogió y tamizó, comenzando con muchos hasta quedar con pocos. Pocos fueron los escogidos para conformar el ejército de Gedeón. Y el objetivo de este proceso de elegir y cernir, estas etapas preparatorias de probar y de ir reduciendo paso a paso hasta llegar a sólo 300 hombres, era que éstos tomaran las provisiones y las trompetas que quedaban y marcharan a la batalla, que se quebraran los cántaros, que brillara la luz, que se tocaran las trompetas...y que se alcanzara la victoria.

Tal vez ustedes vean algún paralelo espiritual allí sin que yo diga más. Creo que sí pueden. Hay muchos más. Abraham fue escogido. Dios lo llamó a temprana edad, y fue sometido a un proceso de elección. La prueba máxima que pasó fue en el monte Moriah, cuando entregó a su hijo Isaac. Su único hijo, como lo llamó Dios, aunque Isaac no fue el primer nacido ni era hijo único. A los ojos de Dios sí lo era porque era símbolo del propio Cristo, el Hijo único de Dios. Mediante pruebas Abraham fue elegido, y cumplida la última prueba en el monte Moriah, Dios pronunció unas palabras extraordinarias acerca de Abraham. Dijo: “Por cuanto no me rehusaste a tu hijo, tu único hijo, ya conozco tu corazón...” Sí, Dios había puesto a Abraham a prueba. Pero, ¿había llegado Abraham al final de su vida y obra? No, de ninguna manera. Abraham vivió muchos años.. hasta que muere a la edad de 175 años. 

Israel fue llamado y salió de Egipto, pese a sus muchos problemas. Pero su llamamiento, o su experiencia con Dios, no se limitó a eso, ¿verdad? De ninguna manera. Israel también fue elegida. ¿Dónde? Bueno, quizá sea debatible, pero para fines de nuestro tema yo diría que la elección de Israel bien pudo haber ocurrido mientras andaban por el desierto, durante la prueba. Y de esos 40 años de prueba y tribulación surgió una generación que sí fue elegida. Israel, al igual que Abraham, no había terminado su viaje, no había terminado su obra. Todavía tenía que atravesar el río Jordán y entrar en la tierra prometida. De esto trataremos más adelante.

El ejército de Gedeón era de 32.000 hombres. Terminado el proceso de elección, quedaron sólo 300. Mediante las pruebas, se fueron tamizando o aventando, o acrisolando, si se prefiere. ¿Había terminado su obra? No. Su verdadera obra apenas comenzaba: tenían que ir a la batalla. Por tanto, en el proceso de elección Dios tiene que aventar o cernir a los suyos. Esto viene mediante las pruebas. Y es el paso preparatorio que dispone al pueblo de Dios para la gran batalla que le espera.

Los elegidos, como los 300 de Gedeón, son reclutados al ejército de Dios, a la línea de combate de Dios, a la parte activa de lo que Dios está haciendo y lo que va a hacer en esa generación. Cuando sea, pero estamos hablando más específicamente de hoy. Las perturbaciones en la vida de ustedes y la mía, la confusión en la vida de ustedes y la mía, las pruebas y tribulaciones en la vida de ustedes y la mía, ¿tendrán algún sentido más allá de lo que parece ser el curso normal de las cosas que van sucediendo? Creo que hay una posibilidad muy grande de que la experiencia que estamos viviendo sea parte del proceso de tamizado en  el cual Dios está escogiendo a los suyos, que luego serán utilizados tal como utilizó a Gedeón, como utilizó a Israel, una vez que atravesaron el Jordán.

Pablo habla de esta etapa y aspecto de la vida cristiana cuando le  dice a  Timoteo: “Tú, pues, sufre penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida...” (2 Timoteo 2:3), mas bien procura agradar a su Comandante. Poco antes, en I Timoteo 6:12, Pablo le dice: “pelea la buena batalla de la fe, echa mano de la vida eterna a la cual asimismo fuiste llamado.”

Sí, fuimos llamados a la vida eterna, pero hay algo más que el llamamiento. Se trata de algo más que ser llamado: hay que echar mano de algo, y hay que pelear tal como el ejército de Gedeón tuvo que pelear. Y, como veremos, tal como tuvo que pelear Israel. Obviamente, la parte del proceso que tiene que ver con la elección de Dios viene y se relaciona con el crecimiento espiritual, porque este proceso de escoger viene más tarde, como resultado de las pruebas. No necesariamente se aplica al novicio o al nuevo cristiano, sino que viene después de un período de prueba y tribulación. A propósito, esto se relaciona con el segundo tipo de bautismo, el del Espíritu. Me explico:

Cuando Dios nos llama, esa es la etapa inicial, y está representada a este respecto por el bautismo de agua. Sabemos que los que han tenido un bautismo genuino, es decir, los que realmente están arrepentidos, que realmente son llamados por Dios, que realmente aceptan a Cristo como su Salvador, reciben las arras del Espíritu, como dice la Biblia. Pero no hay duda de que la vida plena de Cristo en la persona rara vez o nunca ocurre en un principio. Recibimos las arras del Espíritu, es decir, el Espíritu de Dios comienza a trabajar en nosotros, y progresivamente nos va dando entendimiento de las cosas espirituales, de lo que Dios se dispone a hacer con nosotros. Hay muchas maneras de verlo. Pero el hecho de formarse Cristo en nosotros es algo que por su misma descripción y naturaleza es un proceso. Y rara vez o nunca viene de inmediato.

En Gálatas 4, vemos cómo Pablo se daba exacta cuenta de ello y lo tenía en mente al decir, comenzando en el versículo 17: “Tienen celo por vosotros, pero no para bien, sino que quieren apartaros de nosotros para que vosotros tengáis celo  por ellos.” ¡Esto describe tan acertadamente lo que está sucediendo hoy! Hay muchos individuos que tienen un ministerio pero que buscan esto mismo – quieren atraer a los hijos de Dios tras de sí para que se interesen en ellos. “Bueno es mostrar celo”, dice Pablo, siempre y cuando sea “en lo bueno siempre, y no solamente cuando estoy presente con vosotros. Hijitos míos (y está dirigiéndose aquí a personas que obviamente han sido llamadas por Dios) ...por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros” (vs. 18-19).

Ah, ¿acaso eso no se había producido ya? ¿No se había cumplido del todo, porque ya habían sido llamados? No, no se había cumplido al tiempo del llamamiento.

El llamamiento de Dios no significa automáticamente que Cristo esté plenamente formado dentro del cristiano recién llamado. Rara vez o nunca ocurre así. Podemos relacionar los tres bautismos de cierta manera con las tres etapas del proceso al cual Dios nos está sometiendo. El llamamiento guarda una correlación con el bautismo en agua; y la parte del proceso que es la elección guarda correlación con el bautismo del Espíritu, o el formarse Cristo – el vivir Cristo plenamente dentro del individuo, cosa que solamente viene después y como resultado de las pruebas y tribulaciones. Es el proceso de ELECCIÓN que se cumple más tarde, luego del llamamiento inicial.

 

IV. Fieles...

 

El tercer tipo de bautismo es el de FUEGO. Yo en general no he pensado mucho en el bautismo de fuego. Si lo hubiera pensado, seguramente habría dicho: Bueno, el bautismo de fuego no es algo que reciba un cristiano, sino que es un bautismo para destrucción. Y sí hay motivos para creerlo así. La Biblia describe cómo el tamo se quemará en un fuego que no se apaga. Pero, ¿no hay una manera de relacionar incluso esto con el cristiano? Creo que sí, y creo que es bastante obvia... o debiera serlo. ¿Tiene el bautismo de fuego que ver con el cristiano? ¿Es parte del proceso? ¿Viene como un paso sucesivo después del bautismo de agua y el del Espíritu? De ello no hay duda. Es a eso que Cristo precisamente se estaba refiriendo en Marcos, capítulo 10.

 Ciertamente se puede decir que en la Biblia, el fuego en  muchos aspectos equivale o guarda correlación con la tribulación, con la persecución, con la batalla, la línea de fuego. Ah!!!, esta palabra “fuego” se emplea una y otra vez en la Biblia como lenguaje simbólico. Leemos en Hechos 14:22: “...Es necesario que a través de muchas tribulaciones” – o quizá pudiéramos sustituir la palabra “tribulaciones” por “fuego” – “es necesario que a través de mucho 'FUEGO' entremos en el reino de Dios.” Es a través de mucha tribulación [mucho fuego] que alcanzamos nuestro destino final en este viaje que nos encontramos.

Leemos en Marcos 10:35-39: “Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se le acercaron, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos. Él les dijo: ¿Qué queréis que os haga? Ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda. Entonces Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos dijeron: Podemos...” Y es interesante señalar que Jesús les dijo: “...a la verdad, del vaso que yo bebo beberéis, y con el bautismo con que yo soy bautizado seréis bautizados.” Ahora bien, sé que esto no necesariamente se explica solo, pero creo que la copa y el bautismo a que Cristo hizo referencia tiene muchísimo que ver con tribulaciones y sufrimiento, y con las pruebas; y también con la batalla, y la muerte. Él pidió que la copa pasara de Él en el huerto de Getsemaní, ¿no es así? Y es interesante que Jacobo y Juan eran los dos en este pasaje. Jacobo fue el primero de los apóstoles que sufrieron martirio; y Juan, fue el último. Estos dos individuos ciertamente bebieron de la copa y fueron bautizados con el bautismo de Cristo –  lo que él sufrió, y que tomó sobre sí. Algunos creen que Juan murió de viejo, pero hay fuertes indicios de que él también sufrió el martirio, y yo creo que así fue.

En 1 Pedro 4:12, leemos unas palabras muy conocidas: “Amados, no os sorprendáis del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese...”

¿Se aplican estas palabras a la situación de usted ahora? ¿O quizá a su situación en los últimos meses o años? ¿Se aplicará a su situación con el paso del tiempo? Puedo decirle que la respuesta es un “SÍ” rotundo. “No os sorprendáis”, dice Pedro, “del fuego de prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese.”

¡No hay duda de que nosotros nos hemos sentido así! Como si alguien nos arrancara el tapete bajo los pies, y tantas cosas en las cuales descansábamos se nos han arrebatado, de modo que sentimos como que nos estamos cayendo. ¿No estamos de acuerdo en que hemos sentido que algo extraño nos sucedía? Dios dice que no, que no nos sintamos así. Que no lo miremos así. Que no lo juzguemos así. Aquí hay en juego algo mejor, algo de capital importancia – ¡algo verdaderamente trascendental está sucediendo en nuestras vidas!

“Al contrario, gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo.” Y yo les diría que si ustedes están sufriendo hoy, o si han estado sufriendo en la vida por lo que ha ocurrido en las iglesias, y si eso los ha llevado por un camino diferente ahora, que ha traído sufrimiento y separación, soledad y dolor, depresión y pérdida y decepción y confusión a su vida, yo les digo, hermanos, por la autoridad de las Sagradas Escrituras, que hay gran probabilidad de que ustedes estén padeciendo con Cristo. Ustedes están sintiendo y participando de los sufrimientos de Cristo. Porque Él también fue rechazado y castigado y expulsado por la jerarquía religiosa de su época, y nadie puede refutar que eso se está repitiendo en nuestros días al pie de la letra.

Vs. 13-14: “...sino gozaos por cuanto sois participantes de los padecimientos de Cristo, para que también en la revelación de su gloria os gocéis con gran alegría. Si sois vituperados por el nombre de Cristo...” Y yo agregaría: por defender lo que es la verdad y lo correcto, no siguiendo el camino ancho y fácil que lleva a la destrucción, no dependiendo simplemente del hecho de haber sido llamados como si esa fuera una póliza de seguro, y todo lo que habría que hacer ahora es dejarse llevar por las organizaciones de hombres y dejar que ellas se ocupen de nuestra vida hasta que muramos. Porque, hermanos, eso es precisamente lo que les ha ocurrido a muchos en nuestros días. Dios ha llamado a muchos, ¿y qué les ha acontecido? En muchos casos, simplemente siguieron el camino de menor resistencia. Se limitaron a seguir por la primera puerta que parecía abrírseles. ¿Y a dónde han ido a parar? ¿Acaso a una vida dinámica llena del Espíritu, centrada en Cristo, paralela a la vida de los personajes que encontramos en la Biblia?

Es una pregunta absurda. Lo saben ustedes y lo sé yo. No, la experiencia los ha llevado a las organizaciones de hombres, y a estructuras corporativas donde quedan atascados y donde terminan por perder el primer amor. Sí lo pierden. La estructura corporativa sofoca el primer amor que Dios imparte al llamar. Así están diseñadas las estructuras del hombre: sofocan aquello que Dios da. Porque lo que Dios da sí se puede sofocar y la Biblia así lo confirma. Cuando Dios mira a su pueblo hoy, esto es lo que está viendo... tal vez con dolor. Ve cómo el llamamiento dado por Él a tantas personas, decrece y se debilita y cómo el fuego se va extinguiendo al pasar las personas a los sistemas sofocantes y aplastantes de los hombres. No quiero decir que no hubiera verdad allí. La verdad está allí donde la encontremos... quizá más aquí que allá o en otros sitios. Pero el resultado ha sido un pueblo que se ha dormido, que ha entregado su vida a los hombres.

¿Pudo haber un camino diferente? Sí, sí pudo. Y creo que en el futuro lo habrá. Creo que Dios está preparando un pueblo hoy mismo, un pueblo que se pondrá en pie como maestros y modelos de un camino mejor para los hijos de Dios. Un camino que los aleje de los sistemas de hombres. Creo que los sistemas de los hombres, aunque hayan impartido conocimientos, han servido para frustrar en gran medida los propósitos de Dios y para sofocar el poder del Espíritu de Dios en el creyente individual. Lo creo de todo corazón porque lo he vivido...y ustedes también.

Algunos creerán que soy demasiado duro o que estoy desenterrando cosas del pasado. Pues así tendrá que ser. Porque es necesario que afrontemos y aclaremos lo que estamos viviendo, la situación en que estamos, y el rumbo que seguimos. Creo que en el futuro Dios tendrá un pueblo, maestros y ejemplos que irán adelante hacia los que Él está llamando. Ellos irán adonde los que Dios está llamando, y comenzarán a dirigir al pueblo de Dios correctamente, desde las primeras etapas de su desarrollo, para que éstos no tengan que vivir lo que nosotros hemos vivido. Que no tengan que dormirse 10, 20 o más años, para que luego Dios tenga que sacudirlos en un doloroso proceso.

Si nosotros hubiéramos tenido ejemplos como estos al comienzo de nuestra vida cristiana, habríamos progresado muchísimo más. Dios tiene paciencia y misericordia con nosotros, ¿no es así? Espero que seamos agradecidos por eso. Porque Él sigue estando con nosotros. Él sigue obrando. Vivimos en la época más lamentable y más difícil y peligrosa en la historia del mundo, cuando los sistemas religiosos del mundo están totalmente bajo la más fuerte influencia de Satanás, quien sabe que le queda poco tiempo ya (Apocalipsis 12:12).. Los adelantos científicos y tecnológicos de nuestros días han contribuído eficazmente a ello. Los medios de comunicación están diseminando esas influencias satánicas a niveles sin precedentes. Y no es difícil observar cómo los sistemas diabólicos se imponen en casi todas las formas y facetas de las religiones de todo el mundo. Sin excepción. La gran lección que estamos aprendiendo, hermanos, ¡es que a Dios no le interesa la religión! No le interesa el sectarismo religioso. Esas son cosas de hombres. Sí, Dios obrará aunque existan esos sistemas porque Él nos busca allí donde estemos. Pero como dije antes, nos dice que vayamos adonde Él desde ese momento. ¿Cómo vamos adonde Él? Si estamos restringidos por las organizaciones religiosas, no vamos a hacerlo porque estaremos impedidos, inhibidos. Aceptaremos otras cosas en reemplazo. Y todos somos culpables de haber hecho esto mismo. Todos somos culpables de adorar ídolos por haber estado dispuestos a entregar las riendas de nuestra vida espiritual a quienes parecen tener el control, que parecen ser los llamados a tomar todas las decisiones por nosotros. Esto ha producido un estado deplorable, endeble, inseguro. Pero lo más despreciable de todo es que ha producido un estado soberbio. Ha producido un estado laodiceo, donde hay desnudez y ceguera y pobreza espiritual que está invadiendo al pueblo de Dios. Y no lo ven. Creen que están muy bien. Incluso, creen que son mejores, y exclusivos, cuando su estado espiritual es el más desgraciado de todos... como para que Dios se enferme, sienta náuseas y los vomite de su boca.

Pero el Justo Dios no soportará esto por mucho tiempo más. Las cosas van a cambiar en el futuro cercano. Y ustedes y yo, si realmente nos entregamos a Él, y si con creciente claridad vemos la mano del Bendito y Misericordioso Hacedor en lo que está aconteciendo en nuestra vida, entonces Él nos va a usar en ese nuevo rumbo y esa nueva obra y esa nueva dimensión que viene en la forma como el Amoroso Padre Celestial va a tratar con sus llamados. Dios no seguirá trayendo a las personas a organizaciones humanas, corporativas, sofocantes. Las organizaciones están perdiendo su efectividad, y eso irá en aumento con el tiempo. Y lo que será efectivo, será el creyente individual facultado por el Bendito Dios, que habrá pasado por el proceso de aventamiento y tamizado y elección,y que estará apercibido con las provisiones y las trompetas, y cuyo vaso será quebrado para que brille en ellos la luz de Cristo. Estos van a marchar adelante, y la obra que Dios se propone hacer, la hará por medio de ellos, y “...no con ejército, ni con fuerza, sino con mi espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6).

Algunos pensarán que yo simplemente me estoy dejando embargar por las emociones; que estoy exagerando; o que estoy "chiflado", exaltado.  Pero, ¿de qué otra manera podemos explicar lo que está sucediendo con la gente de Dios hoy? ¡El Dios viviente, el Redentor que sí vive, está comenzando a moverse y a actuar, y nosotros lo estamos viviendo! ¡Y qué incómodo es! ¡Qué inquietante es!  Sí, Dios ve que es necesario derribar grandes murallas,  ¡y eso es precisamente lo que Él está  haciendo!

En las Escrituras hay un principio que muchas veces pasamos por alto: “¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol” (Eclesiastés 1:9). Yo creo que un ejemplo de esto es la advertencia de Pablo a los corintios, y que es para nosotros hoy.  Veamos:

1 Corintios 3:1: “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.”

¿No es asombroso, que Pablo se dirija a personas que están en Cristo, no como espirituales sino como carnales? Siempre me ha llamado muchísimo la atención esta realidad. Todos damos por sentado que somos espirituales porque estamos en la Iglesia. ¡No, no lo somos! El hecho de pertenecer a cierta organización eclesiástica no garantiza que seamos espirituales. Y nuestro bautismo tampoco, hermanos. Nuestro llamamiento no lo garantiza. Apenas le da comienzo. ¿Se puede ser carnal aun estando en el Cuerpo de Cristo?  Sí. Y muchos lo son. Tal vez el mayor síntoma de un problema de tipo espiritual en la Iglesia hoy es la manera preponderante en que miramos las cosas espirituales con ojos carnales, la manera que abordamos las cosas espirituales con métodos y medidas carnales. Así, lo que hacemos se ve bien, pero es hueco, vacío por dentro. Lo que la religión hace es adornar el exterior.

No sé cuántos mensajes he oído de ministros en la Iglesia, que siguen esta misma fórmula. Hablan de temas espirituales y por eso suenan bien, pero los abordan desde un punto de vista carnal. Sin ver lo profundo; sin comunicar lo profundo, ni ayudando a persuadir al pueblo de Dios de las cosas profundas. Y la gente, oyendo las palabras suaves con que se abordan los temas carnalmente, se sienten espirituales. Lo que oyen les parece muy bien, y se sienten muy cómodos. La Biblia habla de esta actitud, una actitud de preferir apreciar y desear las palabras suaves, “cosas halagüeñas” (Isaías 30:10).

1 Corintios 3:1-15: “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda, porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía.” La Iglesia en Corinto era una que llevaba varios años de existencia y que tenía muchas cosas a su favor. ¡Pero qué problemas los que tenía también! “Aún sois carnales”, les dijo Pablo... “Porque aún soy carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres? Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?”

Esto describe con tanta elocuencia las circunstancias y los problemas que hoy estamos viviendo ustedes y yo. “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos?” Ojalá los ministros pudieran aplicarse esto a sí mismos. Los que se han enseñoreado de la manada de Dios. Ojalá llegaran al punto de poder decir, con Pablo: “¿Qué es Apolos? ¿Qué es Pablo? ¿Quién soy yo? ¿Qué soy yo?” Simples servidores – esclavos – por medio de los cuales habéis creído; y eso según lo que a cada uno concedió el Señor. “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento.” ¡Qué hermosa actitud!

 “Y el que planta y el que riega son una misma cosa; aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor. Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo, como perito arquitecto, puse el fundamento, y otro edifica encima...” Esto siempre será así. Este es el proceso. “Pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada...”

Estoy citando esto principalmente porque habla del fuego, aunque todo el contexto viene tan al caso de lo que estamos diciendo. “Y la obra de cada uno cual sea, el fuego la probará. Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.”

De este pasaje se desprende claramente que sí  habrá una marcada diferencia entre la calidad del espiritualismo – las obras espirituales – y la vida espiritual de los hijos de Dios – entre uno y otro. El fuego prueba a cada uno de nosotros. Revela de qué somos hechos. Si estamos sobreedificando con material que es combustible – madera, heno, hojas – el fuego lo dejará al descubierto y lo quemará. Si estamos sobreedificando con oro, plata y piedras preciosas – los materiales de construcción de alta calidad – ¿qué hará el fuego? Lo dejará al descubierto, lo mismo que dejará al descubierto lo otro, pero en vez de destruirlo, lo va a purificar, dándole aún más valor.

El bautismo de fuego es como la sacudida que Dios promete en Hebreos 12:25-29: “Mirad que no desechéis al que habla, porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos. La voz del cual conmovió entonces la tierra, pero ahora ha prometido diciendo: Aún una vez, y conmoveré no solamente la tierra, sino también el cielo. Y esta frase: ‘aún una vez,’ indica la remoción de las cosas movibles, como cosas hechas, para que queden las inconmovibles. Así que, recibiendo nosotros un reino inconmovible, tengamos gratitud, y mediante ella sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia...” ¿Por qué? “Porque nuestro Dios es fuego consumidor.”

Esta es una conmoción poderosa, un fuego abrasador, una prueba definitiva, lo que se describe aquí. Esta prueba se relaciona con el  bautismo de fuego. Porque el bautismo de fuego está allí para todos – todos pasaremos por allí. Algunos serán consumidos del todo – totalmente. Y otros experimentarán el efecto del fuego que destruye su ego, su "yo" – esa naturaleza humana que los engaña (Jeremías 17:9).  Estos son los que saldrán purificados, acrisolados. Es un fuego destructor de una manera u otra. Pero sin duda que todos pasaremos por allí. Unos saldrán purificados, fortalecidos por él; se mostrarán fieles en él y por medio de él. Otros, y otras cosas movibles, serán destruidos. Dios está buscando aquellas cosas que sean inconmovibles, que salgan purificadas y sin daño del fuego.

Sin duda que son ustedes, hermanos, y soy yo, los que estamos pasando ahora por pruebas  y tribulaciones mientras Dios hace su elección, y que luego tendremos que pasar a la tercera etapa que bien puede ser el bautismo de fuego...más de lo que hayamos  visto antes.

La diferencia entre las personas que reciben el bautismo de fuego es que muchas serán consumidas del todo, pero otras no, sino que como el oro y la plata finos, serán purificados por el fuego y brillarán en el Espíritu – espiritualmente; o como leemos en Daniel 12:10, 3: “Muchos serán limpios y emblanquecidos y purificados ...¡resplandecerán como el resplandor del firmamento...como las estrellas a perpetua eternidad!” Esta no es la prueba de nuestro llamamiento ni de nuestra elección, sino de nuestra fidelidad, de nuestra lealtad – es el tercer paso: “llamados, elegidos y FIELES.”

Mateo 10:17-28: "Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa mía, para testimonio a ellos y a los gentiles.  Pero cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis, porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar, pues no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros. El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo. Los hijos se levantarán contra los padres y los harán morir. Seréis odiados por todos por causa de mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. De cierto os digo que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del Hombre. El discípulo no es más que su maestro ni el siervo más que su señor. Bástale al discípulo ser como su maestro y al siervo como su señor. Si al padre de familia llamaron Beelzebú, ¡cuánto más a los de su casa! Así que no los temáis.”

El temor, el miedo fue el primer fuego para el ejército de Gedeón. “Así que no los temáis, porque nada hay encubierto que no haya de ser descubierto; ni oculto que no haya de saberse. Lo que os digo en tinieblas, decidlo a plena luz, y lo que oís al oído, proclamadlo desde las azoteas. No temáis a los que matan el cuerpo pero el alma no pueden matar; temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno [Gehena].”

Versículos 34-39: “No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada, porque he venido a poner en enemistad al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra. Así que los enemigos del hombre serán los de su casa. El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz... – (el sufrimiento, la persecución, las injusticias, el sacrificio del ‘YO’, de la vanidad, el orgullo, el deseo de ‘ser’, de sobresalir, de recibir reconocimiento y crédito) – ... y sigue en pos de mí, no es digno de mí. El que halle su vida, la perderá; y el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.”

Yo veo aquí una descripción de un bautismo de fuego, el  bautismo de sufrimiento del cual habla la Biblia; y se aplica a los cristianos. Usted y yo, si seguimos adelante con el plan y propósito de Dios, y si andamos con Dios, seremos bautizados así.

Hebreos 10:19-24: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió.”

También nosotros tenemos que ser fieles. Sí, hemos sido lavados. Sí, hemos sido purificados. Sí, la propia mente y vida y el poder de Dios se está formando en nosotros. Ahora, desde este punto en adelante, tenemos que mostrarnos fieles a Dios en la batalla. “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.”

 

V. Conclusión...

 

Cuando Israel hubo pasado por el proceso de llamamiento y de elección, ¿qué sucedió? Marcharon y atravesaron el Jordán por medios milagrosos. Pero, ¿qué hicieron al otro lado del Jordán? ¿Se acostaron a descansar en medio de la tierra donde fluía leche y miel? El hecho real e histórico es que no hicieron eso. Atravesaron el Jordán y “pelearon la buena batalla”, por así decirlo. Esto está representado por el hecho de que Dios, si bien los trajo a la Tierra Prometida, no se la entregó en bandeja de plata. Ellos tuvieron que conquistarla. Tuvieron que tomar cada ciudad, una por una, comenzando por Jericó, la gran ciudad amurallada. Allí se tocaron las trompetas, tal como las tocó el ejército de Gedeón. Y allí se vieron los milagros de Dios, cuando los muros se derrumbaron, y las fuerzas de Jericó, que eran muy superiores, quedaron destruidas, lo mismo que luego quedaron destruidas las huestes madianitas. Hermanos, les digo que nos espera una batalla, una Jericó. Sí, un ejército madianita nos espera.

Los israelitas fallaron en muchos aspectos. Y Dios nos advierte que no sigamos ese ejemplo. Ellos fueron infieles. Resultaron infieles después de su llamamiento y su elección, en el desenlace final. En cambio el ejército de Gedeón, después de ser llamado y  escogido mediante el proceso de “cernir, probar, y aventar”, marchó a la batalla ¡y salió triunfante! Y lo mismo tenemos que hacer nosotros. ¡Y lo haremos! Dios nos está preparando ahora para la batalla de nuestra vida. Por tanto, no nos precipitemos a juzgar (a condenar). La Biblia dice que no juzguemos ningún asunto antes de tiempo. Esperemos a ver cómo Dios está trabajando con nosotros. Vayamos adonde Él, uno por uno, y empecemos a buscar en Él el sentido de lo que está ocurriendo en nuestras vidas. Él unirá las piezas del rompecabezas, de una manera que jamás hemos experimentado antes. Y con fe, con valor sí podremos decir: “¡Yo sé que mi Redentor vive!”

Ciertamente, hemos sido llamados. Y ahora muy posiblemente estamos pasando por el proceso en que Dios nos escoge, nos selecciona y nos prepara para someternos al bautismo de fuego...en el cual hemos de mostrarnos FIELES a nuestro Dios, y como consecuencia, estaremos en pie delante del Hijo del Hombre, Jesucristo, tal como se describe en Apocalipsis 17:14: “...y los que están con él [con Jesucristo, el Cordero] son ¡LLAMADOS, ELEGIDOS Y FIELES!” 

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Texto en inglés:  “Called, Chosen, and Faithful”
por Jim Rector

Traducción, edición, publicación y distribución por:

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